|
Ese río
gentil que dibuja su arco al fondo de la fotografía es el
Landrove, que viene del Xistral y se abre en su desembocadura para
formar la ría de Vivero. La población descansa aquí,
en su orilla derecha, al abrigo de los montes del Chamorro y San
Roque. Vivero es el puerto más importante de la provincia
y un famoso lugar de veraneo. El puente, antiquísimo, y sus
iglesias y conventos románicos le dan títulos de noble
ancianidad |
La estatua
del poeta. Vivero tuvo sus murallas, que fueron derruidas cuando
comenzaron a perder utilidad. Un resto de las defensas primitivas
es la puerta de acceso al antiguo recinto, puerta a la que hoy
se llama "el castillo del puente" y que en su noble
arquitectura renacentista ostenta las armas del emperador Carlos.
A su espalda, tras las casas estrechas y acristaladas, vemos la
ancha y tranquila plaza, sin automóviles, descanso y recreo
de niños y paseantes. Nicomedes Pastor Díaz, el
gran romántico, preside desde su estatua de bronce, correctamente
enlevitado, la pluma en la diestra, pronta al dictado de la inspiración,
un risueño panorama de transparentes miradores
|
 |
 |
Por este
litoral, la contemplación del agua y del accidentado perfil
de la costa se convierte en una permanente delicia. En un día
de sol y mar tranquila como este, la pequeña isla que surge,
de pronto, a nuestros pies, toma un carácter milagroso, mágico,
imposible de explicar con palabras. Estamos ya en el final de la
tierra -y las aguas- de Lugo y esta islita resume en cierto modo
nuestro viaje. Piedra brava, pinos sobre el mar, soledad y misterio
de un paisaje muchas veces distinto, pero idéntico, en esencia,
casi siempre. |
|