MONDOÑEDO.
VILLA ESPISCOPAL |
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Cabeza
de una de las siete provincias gallegas, Mondoñedo tiene un ilustre
pasado que parece flotar sobre sus calles tranquilas y en torno de sus viejas
iglesias, disuelto en el aire de la comarca, una de las más bellas
de la Galicia Cantrábrica. La tradición religiosa le ha dado
ese noble estilo, esa sosegada monumentalidad. A la tarde, las viejas piedras
son grises y doradas. Las campanas cruzan, de una torre a otra, su lento
y armonioso diálogo. Encerrada en su círculo de montañas,
la villa episcopal de Mondoñedo parece acompasar su corazón
a un ritmo de otra época, como si en el reloj de su catedral se midiese
un tiempo distinto. |
A
esta luz, los tejados de la catedral brillan como si fueran metálicos.
La fachada se recorta, majestuosa, contra los miradores de la plaza casi
desierta. El claustro abre a nuestra mirada vertical el secreto de su frescura
íntima, recatada, con el crucero central partido por la sombra. Los
pequeños huertos cierran el recinto sagrado que fue, durante muchos
siglos, rector de los afanes de la villa. La influencia eclesiástica
se hace sentir también en los alrededores con el Santuario de los
Remedios, el Convento de los Picos y, sobre todo, la anciana iglesia de
San Martín de Mondoñedo, antigua sede episcopal y tal vez
el mejor románico de la provincia |
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La
Catedral impone jerarquía y sentido a la villa entera. Su recia planta
soporta con admirable naturalidad los distintos remiendos que, en épocas
posteriores, fueron añadiéndose a su primitiva estructura
románica del período de transición. Huella ojivales,
barrocas, neoclásicas, le dan un aire especial que no le quita belleza
ni interés. Villa y catedral están llenas de los recuerdos
de famosos prelados -San Rosendo, San Gonzalo- que fueron verdaderos virreyes
de la comarca en unos tiempos en que historia y leyenda se confundían
en un nudo apretado, imposible de deshacer. Aquí se conserva un admirable
retablo barroco y también unas notables pinturas en los muros exteriores
del coro y una conmovedora imagen de la virgen, graciosamente llamada Nuestra
Señora la Inglesia, que debió ser traída en el siglo
XVI por fieles escapados a las persecuciones religiosas de aquellas islas
británicas. Hoy todavía la población parece vivir pendiente
de su templo, obedeciendo el solemne mandato de sus campanas, y cultivando
en paz las fértiles huertas de su valle, cerca del cual hay ricas
canteras de mármol. Como en casi todos las ciudades de muchos conventos,
en Mondoñedo se encuentra una repostería de ancha tradición.
Todos los cronistas coinciden en estimar las tartas cocinadas aquí
como dignas de su prestigio |
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